miércoles, 9 de octubre de 2019

Personas que cuidan de personas...EL CUIDADO DEL PROFESIONAL

Lucía Lazo Batanero*

Todos los que trabajamos en profesiones de ayuda, ya sea en el ámbito sanitario, social, educativo... somos personas que cuidamos de personas... Soñamos con curar enfermedades, aliviar el dolor físico o psíquico, mejorar la vida de otros, educar... Más allá de nuestros conocimientos, el factor humano y la relación que establecemos con el otro, son la esencia de nuestro trabajo y de nuestras posibilidades, como profesionales, de introducir algún cambio en el curso de los acontecimientos.

Muchas veces este trabajo lo desarrollamos en contextos de violencia familiar y desprotección infantil, y nos vemos inmersos en situaciones complejas que generan gran sufrimiento, no sólo en las personas a las que atendemos, sino también en nosotros mismos como profesionales. Al no conseguir nuestro objetivo (“curar”, en diferentes sentidos) comienzan a aparecer sentimientos de duda, ansiedad, vergüenza, miedo... los casos se nos “atascan”, nos cuesta reconocer nuestro desgaste (desgaste por empatía) y nuestro cansancio, nos sentimos quemados...

¿Reconocemos la necesidad y responsabilidad de pedir ayuda ante estas situaciones legítimas? ¿Nos ofrecemos para proporcionarla a otros compañeros? ¿Sentimos la necesidad de cuidarnos, y cuidar al resto del equipo? Ante una institución u organización centrada en lo cuantitativo y atrapada en la era de la inmediatez, ¿nos preocupamos por hacer visibles estas situaciones y pedir el tiempo y el espacio necesarios para afrontarlas?

Se trata de un tema que resuena a muchos profesionales que, en el ejercicio responsable de su rol, luchan contra el aislamiento del profesional y por lograr equipos más humanos, a través de experiencias ya conocidas como los grupos Balint, mentoría de equipos, supervisión externa, comunidades de práctica, grupos de mejora...

Para ello es imprescindible que los responsables de las instituciones y organizaciones, se impliquen en el cuidado y la atención del profesional, acompañando en el desarrollo de toda la potencialidad del capital humano con el que cuentan, entendiendo que ello redundará en beneficio de la ciudadanía.

Considero fundamental poder pararnos a “afinar” este instrumento de trabajo que somos nosotros mismos, como profesionales que cuidamos de otras personas, y mejorar todas aquellas condiciones que nos permitan continuar trabajando en la atención y buen trato a la infancia y adolescencia en Andalucía.

*Lucía Lazo Batanero es psicóloga del Servicio de Protección de Menores de Huelva.





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