Antonio Molina Facio*
Durante muchos años he vivido junto al Real Observatorio Astronómico de la Armada, en San Fernando. Actualmente desde ahí se marca la hora de toda España y durante más de un siglo (1753-1884) sirvió como meridiano cero. El meridiano cero, es la primera de las líneas imaginarias de norte a sur en que se divide nuestro planeta y que sirve junto a los paralelos para poder orientarnos. Mientras la línea del ecuador al ser la de mayor longitud es siempre el paralelo cero, en el caso de los meridianos debemos elegir aleatoriamente una de ellas. No es casual que el Observatorio de San Fernando perteneciente a la Armada Española, sirviera de punto de referencia en España para que la flota de buques de su marina se pudiera ubicar en el mar.
Durante muchos años he vivido junto al Real Observatorio Astronómico de la Armada, en San Fernando. Actualmente desde ahí se marca la hora de toda España y durante más de un siglo (1753-1884) sirvió como meridiano cero. El meridiano cero, es la primera de las líneas imaginarias de norte a sur en que se divide nuestro planeta y que sirve junto a los paralelos para poder orientarnos. Mientras la línea del ecuador al ser la de mayor longitud es siempre el paralelo cero, en el caso de los meridianos debemos elegir aleatoriamente una de ellas. No es casual que el Observatorio de San Fernando perteneciente a la Armada Española, sirviera de punto de referencia en España para que la flota de buques de su marina se pudiera ubicar en el mar.
A los que les guste las aventuras de Tintín recordaran porque
Tintín y el Capitán Haddock no consiguen encontrar el tesoro de
Rackman el rojo si
desde el principio cuenta con un mapa que lo ubica exactamente en las coordenadas de latitud y longitud. Ahora
viene el spoiler. Tintín usaba un mapa justo de la época de la que hablamos más
arriba, pero realizado en Paris.
Efectivamente en esos años además de mapas que ubicaban el
meridiano cero en San Fernando, teníamos mapas que ubicaban el meridano cero en
Paris, otros que lo ubicaban en Londres y probablemente alguno más. Esta proliferación de mapas provoca que entre
unos y otros no podamos comunicarnos ni compartir nuestra ubicación. La
solución no pudo ser otra que decidir por consenso que existiera un solo
meridano cero y cómo no, nuestros amigos británicos se llevaron el meridiano al
Real Observatorio de Greenwich que es desde 1885 quien
comenzó a marcar el meridiano cero para todos los países del mundo.
Me permito esta introducción sobre mi pueblo y salvando las
distancias, para resaltar dos ideas claves. La primera, necesitamos líneas
claras para poder ubicarnos. Si son tan necesarias en ámbitos físicos, aún más
importantes lo son en ámbitos sociales donde es frecuente que nos manejemos con
constructos sociales. Como por ejemplo los conceptos de infancia o de
desprotección a la infancia. En segundo lugar, esas líneas deben ser
consensuadas y compartidas. Si no es así, será muy difícil, sino imposible que
los profesionales podamos comunicarnos o compartir información entre unos y
otros
Desgraciadamente toda la investigación que se ha realizado en los
últimos años en torno a la consistencia de las valoraciones de los
profesionales que trabajamos directamente con infancia (en servicios sociales,
en servicios de salud, educación o justicia) sobre la desprotección infantil, concluye
que esta es significativamente baja. Es decir que un mismo caso visto por
diferentes profesionales (no necesariamente de diferentes sectores) es valorado
de diferente forma. O lo que es peor, en
un alto porcentaje de casos la valoración de la desprotección no depende
de lo que le esté ocurriendo al niño o la niña, sino que depende del
profesional que le haya tocado. Y por tanto decisiones que afectan a la
trayectoria vital de esos niños y niñas dependerán del profesional que les tocó
en su momento. Estas diferencias en la valoración obedecen a múltiples
variables, también estudiadas en numerosas investigaciones, algunas
relacionadas con las instituciones donde trabajamos, pero otras relacionadas
con nosotros mismos como individuos que tomamos decisiones. Típicas fuentes de
error a la hora de valorar un caso pueden ser el aplazamiento en decisiones difíciles
(pensar que existe la no toma de decisiones), el razonamiento intuitivo o el
razonamiento post-hoc, la acomodación al fracaso, la visión a corto plazo, el
error atributivo o la excesiva confianza en informaciones indirectas.
Afortunadamente desde hace algunos años tenemos forma de reducir
esta falta de consistencia. En muchos
casos podemos pasar de niveles de consistencia inferiores al 50% (ante el mismo
caso la mitad de los sujetos harían una cosa y la otra mitad otra completamente
diferente) a niveles de consistencia superiores al 80%. La solución no es otra
que utilizar instrumentos estandarizados y consensuados para la valoración de
los casos de desprotección infantil. Desde hace tiempo se usan instrumentos de
este tipo en varios países (EEUU, Canadá) o algunas Comunidades Autónomas de
España (País Vasco, Región de Murcia,). Este es el objetivo principal del
instrumento VALORAME que acompaña a la hoja SIMIA en el Decreto
210/2018
publicado en noviembre de 2018
por la Junta de Andalucía y que entrará en vigor en agosto de este año.
Disponer de un instrumento común para que los profesionales que deben tomar
decisiones sobre la protección de niños y niñas valoren la gravedad de las
situaciones de desprotección infantil a las que se enfrentan de forma
estructurada y consensuada. Este instrumento se sitúa en un segundo nivel tras
la notificación, y serán los profesionales tanto de los Servicios Sociales
Comunitarios como de los Servicios de Protección los encargados de valorar la
gravedad de las situaciones de desprotección que le sean notificadas.
Se ha constatado también en varias investigaciones que el nivel de
gravedad de las situaciones de desprotección es el elemento de mayor peso a la
hora de decidir posteriormente la intervención que se llevará a cabo con los
niños y niñas objetos de nuestra valoración y su familia. La propia ley
1/1996 de protección jurídica del menor,
introduce el criterio de gravedad como elemento diferenciador para la adopción
de medidas de protección ponderando siempre conforme a principios de necesidad
y proporcionalidad.
Espero que la puesta en
marcha a partir del mes de agosto del nuevo SIMIA, mucho más
simplificado y operativo, y el instrumento VALORAME, así como la aplicación que
gestiona ambos, contribuya a mejorar las notificaciones, valoraciones y
posterior intervención con aquellos niños, niñas y adolescentes que sufren
situaciones de violencia en el seno de sus familias.
* Antonio Molina Facio es psicólogo clínico. Jefe de Servicio de Protección de Menores de Cádiz