lunes, 17 de junio de 2019

VALÓRAME, UN INSTRUMENTO PARA NO PERDERSE


Antonio Molina Facio*
 
Durante muchos años he vivido junto al Real Observatorio Astronómico de la Armada, en San Fernando. Actualmente desde ahí se marca la hora de toda España y durante más de un siglo (1753-1884) sirvió como  meridiano cero.  El meridiano cero, es la primera de las líneas imaginarias de norte a sur en   que se divide nuestro planeta y que sirve junto a los paralelos para poder orientarnos. Mientras la línea del ecuador al ser la de mayor longitud es siempre el paralelo cero, en el caso de los meridianos debemos elegir aleatoriamente una de ellas. No es casual que el Observatorio de San Fernando perteneciente a la Armada Española, sirviera de punto de referencia en España para que la flota de buques de su marina   se pudiera ubicar en el mar.

A los que les guste las aventuras de Tintín recordaran porque Tintín y el Capitán Haddock no consiguen encontrar el tesoro de Rackman el rojo  si  desde el principio cuenta con un mapa que lo ubica exactamente en  las coordenadas de latitud y longitud. Ahora viene el spoiler. Tintín usaba un mapa justo de la época de la que hablamos más arriba, pero realizado en Paris.

Efectivamente en esos años además de mapas que ubicaban el meridiano cero en San Fernando, teníamos mapas que ubicaban el meridano cero en Paris, otros que lo ubicaban en Londres y probablemente alguno más.  Esta proliferación de mapas provoca que entre unos y otros no podamos comunicarnos ni compartir nuestra ubicación. La solución no pudo ser otra que decidir por consenso que existiera un solo meridano cero y cómo no, nuestros amigos británicos se llevaron el meridiano al Real Observatorio de  Greenwich que es desde 1885  quien comenzó a marcar el meridiano cero para todos los países del mundo. 

Me permito esta introducción sobre mi pueblo y salvando las distancias, para resaltar dos ideas claves. La primera, necesitamos líneas claras para poder ubicarnos. Si son tan necesarias en ámbitos físicos, aún más importantes lo son en ámbitos sociales donde es frecuente que nos manejemos con constructos sociales. Como por ejemplo los conceptos de infancia o de desprotección a la infancia. En segundo lugar, esas líneas deben ser consensuadas y compartidas. Si no es así, será muy difícil, sino imposible que los profesionales podamos comunicarnos o compartir información entre unos y otros

Desgraciadamente toda la investigación que se ha realizado en los últimos años en torno a la consistencia de las valoraciones de los profesionales que trabajamos directamente con infancia (en servicios sociales, en servicios de salud, educación o justicia) sobre la desprotección infantil, concluye que esta es significativamente baja. Es decir que un mismo caso visto por diferentes profesionales (no necesariamente de diferentes sectores) es valorado de diferente forma. O lo que es peor, en   un alto porcentaje de casos la valoración de la desprotección no depende de lo que le esté ocurriendo al niño o la niña, sino que depende del profesional que le haya tocado. Y por tanto decisiones que afectan a la trayectoria vital de esos niños y niñas dependerán del profesional que les tocó en su momento. Estas diferencias en la valoración obedecen a múltiples variables, también estudiadas en numerosas investigaciones, algunas relacionadas con las instituciones donde trabajamos, pero otras relacionadas con nosotros mismos como individuos que tomamos decisiones. Típicas fuentes de error a la hora de valorar un caso pueden ser el aplazamiento en decisiones difíciles (pensar que existe la no toma de decisiones), el razonamiento intuitivo o el razonamiento post-hoc, la acomodación al fracaso, la visión a corto plazo, el error atributivo o la excesiva confianza en informaciones indirectas.

Afortunadamente desde hace algunos años tenemos forma de reducir esta falta de consistencia.  En muchos casos podemos pasar de niveles de consistencia inferiores al 50% (ante el mismo caso la mitad de los sujetos harían una cosa y la otra mitad otra completamente diferente) a niveles de consistencia superiores al 80%. La solución no es otra que utilizar instrumentos estandarizados y consensuados para la valoración de los casos de desprotección infantil. Desde hace tiempo se usan instrumentos de este tipo en varios países (EEUU, Canadá) o algunas Comunidades Autónomas de España (País Vasco, Región de Murcia,). Este es el objetivo principal del instrumento VALORAME que acompaña a la hoja SIMIA en el Decreto 210/2018  publicado en noviembre de 2018  por la Junta de Andalucía y que entrará en vigor en agosto de este año. Disponer de un instrumento común para que los profesionales que deben tomar decisiones sobre la protección de niños y niñas valoren la gravedad de las situaciones de desprotección infantil a las que se enfrentan de forma estructurada y consensuada. Este instrumento se sitúa en un segundo nivel tras la notificación, y serán los profesionales tanto de los Servicios Sociales Comunitarios como de los Servicios de Protección los encargados de valorar la gravedad de las situaciones de desprotección que le sean notificadas.

Se ha constatado también en varias investigaciones que el nivel de gravedad de las situaciones de desprotección es el elemento de mayor peso a la hora de decidir posteriormente la intervención que se llevará a cabo con los niños y niñas objetos de nuestra valoración y su familia. La propia ley 1/1996 de protección jurídica del menor, introduce el criterio de gravedad como elemento diferenciador para la adopción de medidas de protección ponderando siempre conforme a principios de necesidad y proporcionalidad.

Espero que la puesta en marcha a partir del mes de agosto del nuevo SIMIA, mucho más simplificado y operativo, y el instrumento VALORAME, así como la aplicación que gestiona ambos, contribuya a mejorar las notificaciones, valoraciones y posterior intervención con aquellos niños, niñas y adolescentes que sufren situaciones de violencia en el seno de sus familias.


* Antonio Molina Facio es psicólogo clínico. Jefe de Servicio de Protección de Menores de Cádiz

1 comentario:

  1. VALÓRAME deja mucho que desear en cuanto a la realidad del matrimonio infantil de etnia gitana. Dice:"Sin embargo, hay otras situaciones como la celebración de matrimonios tempranos (entre los 16 y los 18 años) concertados, o la promoción del contacto o relación de una adolescente con un varón adulto con el objetivo de preparar un futuro matrimonio, requieren una valoración individualizada." PLANTEAMIENTO: Si la edad mínima de consentimiento sexual con un adulto son los 16 años (por Ley), hay mucho más que concretar en Valórame. EJEMPLO: niñas que desde los 11 años están "pedidas", y que a los 13 o 14 se "casan". El procedimiento: van a casa de su suegra, se "escapan" (el adulto y la menor), tienen relaciones sexuales, y queda así "firmado" el compromiso matrimonial. La menor se va a vivir a casa de la suegra, dejando los estudios y ocupándose de las tareas del hogar. A lo sumo, y tras intervenir algunos profesionales, el padre de la menor maquilla la situación matriculándola en el centro educativo cercano a la suegra (al que asiste de forma irregular o deja de hacerlo). Las niñas pierden su infancia "contentas", ya que les dicen que con 18 años son "viejas" y ningún hombre las va a querer. El índice de abandono escolar femenino, va en relación directa con esta lacra sociocultural. ¡ESTO ES IGUALDAD DE GÉNERO EN EL SIGLO XXI! y "VALÓRAME" MIRA HACIA OTRO LADO...

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