miércoles, 11 de enero de 2017

Infancia y felicidad (7): COMPROMISO PROFESIONAL POR LA FELICIDAD Y EL BIENESTAR DE LA INFANCIA


Juan Gil Arrones*
 
La felicidad y el bienestar de la infancia es una meta que debe estar implícita, por derecho de las personas menores de edad, en las acciones de las familias, de los profesionales y de las instituciones de la sociedad. En la medida en que todos avancemos en su consecución, estaremos creando una sociedad más justa y mejores ciudadanos y, por lo tanto, la responsabilidad de conseguirlo o no es compartida por todos, especialmente por los que por su profesión o por sus competencias se relacionan directamente con niños, niñas y adolescentes.

Cada profesional, de cualquier sector, debe ser consciente de la importancia que tiene la calidad de su trabajo en los resultados globales de bienestar y felicidad para la infancia. Una atención infantil de calidad tiene beneficios inmediatos para la persona en ese momento y en etapas posteriores, a la vez que genera un ambiente social de satisfacción.

Las actuaciones de calidad hacia la infancia comportan, en gran medida, una responsabilidad profesional que cada uno maneja de forma individualizada a pesar de los condicionamientos ambientales de su puesto de trabajo, y una forma de ejercer su profesión o sus funciones desde planteamientos éticos interesantes para la colectividad.

Todos los profesionales son necesarios para generar un nivel de bienestar y de felicidad social, colectiva, que permita el desarrollo de personas felices a través del esfuerzo, la educación, el afecto, los cuidados, la salud, el respeto, el derecho, la integración, la participación y la libertad. Un nivel de bienestar y de felicidad que posibilite a los individuos realizar un proyecto de vida satisfactorio.

Los profesionales de la salud podemos contribuir a mejorar la felicidad y el bienestar de los niños, niñas y adolescentes con los recursos disponibles, quizás introduciendo algunos pequeños cambios en la forma de optimizar el tiempo, los espacios y la relación con otros profesionales… centrados de forma individualizada en el paciente, en el niño o la niña sin problemas de salud y en los que tienen que vivir con un grado de adversidad. La limitación o la inadecuación de los recursos pueden ser compensadas, en cierta medida, con una adecuada formación y actitud de cada profesional ante la responsabilidad que tiene con cada niño, cada niña y cada familia.

La formación debe ser no solo superespecializada en patologías concretas, sino que debe aportar también habilidades en técnicas de escucha, trabajo en red, derechos de la infancia, sistemas de relaciones del ser humano, problemas emergentes de la infancia, protección de menores, empatía, acompañamiento en la adversidad… para ofrecer la actuación que necesitan nuestros pacientes y sus padres en cada situación.

El trabajo de los profesionales de la salud rara vez es posible si no actuamos a través de los padres y de las madres. La implicación-participación de las familias y de los propios niños y niñas es necesaria para conseguir un desarrollo saludable y tienen derecho a ser sujetos activos en la construcción de su propia salud. En este sentido, los Pediatras, Médicos de Familia, Enfermeros/as y el conjunto de los profesionales de salud, debemos establecer con ellos una adecuada comunicación que permita la transferencia de conocimientos e incorporar sus opiniones, planteamientos y decisiones legítimas.

En esta tarea de construcción de las condiciones sociales favorables para conseguir que los niños, niñas y adolescentes tengan más bienestar y sean más felices, los profesionales de la salud podemos hacer, desde mi punto de vista, algunas aportaciones:

Transferencia de conocimientos. Es una función social de los profesionales a realizar a través de una metodología sencilla, adaptada e innovadora, en el contexto de cualquier actuación asistencial, y que permita en ocasiones intervenir en espacios y oportunidades de encuentro fuera del formato de la consulta. De la transferencia de conocimientos se podrán derivar algunos beneficios:
  • Alcanzar mayor autonomía de la familia en la crianza de los hijos.
  • Habilidades en el manejo de conflictos.
  • Conocimiento de las bases científicas de los cuidados y de los estilos de vida saludables.
  • Comprensión de las características y necesidades en cada etapa del desarrollo.
  • Comprensión adaptada de los problemas de salud, de los tratamientos y de los cuidados necesarios.

Una relación de respeto y confianza.
  • Basada en el derecho.
  • Facilita el consentimiento del menor y de sus padres.
  • Refuerza su implicación.
  • Mejora su autoestima.
  • Genera un ambiente de satisfacción en la familia y en el profesional.

Atención basada en las necesidades de la persona.
  • Por encima de otras consideraciones orienta los recursos y métodos asistenciales en función de las necesidades del paciente y de su familia.
  • Facilita y coordina los recursos asistenciales y de apoyo a las familias.
  • A través de los procedimientos administrativos generales o alternativos.
  • Desarrolla trabajo en red con otros especialistas, profesionales e instituciones.
  • Eleva a las instituciones los recursos asistenciales no disponibles o no suficientes de forma individualizada para esa persona concreta.

Participación del profesional en estrategias de promoción de la salud de la población infantil y juvenil.
  • Contribuye a crear una cultura que mejora los niveles de salud de la población infantil y juvenil.

Acompañamiento en situaciones de adversidad social y de salud.
  • Considera la situación social de las familias.
  • Optimiza los recursos.
  • Reduce el sufrimiento.
  • Refuerza la percepción de estar haciendo lo adecuado en cada momento.

El desarrollo de cada una de estas líneas de mejora estará condicionado por la adecuación de recursos, por la calidad de la gestión y por la existencia de una organización funcional que sea facilitadora; pero siempre queda un margen para la iniciativa del profesional.

No obstante, para un elevado número de personas menores de edad le resultará especialmente difícil conseguir niveles adecuados de bienestar y de felicidad si no existen medidas institucionales que palíen la situación de precariedad y de pobreza en la que viven, y si no se les facilitan los recursos especiales que necesitan para atender adecuadamente a los problemas derivados de su situación.


Este post pertenece a la serie iniciada en este Blog el Día de la Infancia de 2016 sobre Infancia y felicidad.


*Juan Gil Arrones es Pediatra. Hospital Valme.

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