miércoles, 29 de junio de 2011

La homosexualidad en la infancia

Por Carmen de Manuel*

¿La homosexualidad afecta también a la infancia?
¿Pueden los niños ser homosexuales?
¿Incluso los más pequeños, por ejemplo, los niños de 5 años?

Son estas preguntas que los adultos no acostumbramos a hacernos, invisibilizando con ello una realidad que coexiste día a día en nuestro entorno.

Es más, durante siglos hemos pensado que los niños no tienen sexualidad, que la sexualidad es algo exclusivo de los adultos y comienza en la adolescencia. Y aún hoy algunos sectores de nuestra sociedad mantienen esta falsa creencia. Pero nada más lejos de la verdad. El niño tiene sexualidad desde el momento mismo de nacer; no la sexualidad del adulto, claro está, sino la propia de su edad, tan desconocida para muchos padres, madres, educadores y otros profesionales. Si el sexo ha sido un tabú en nuestra sociedad, aún lo ha sido más la sexualidad en los niños y ni que decir tiene la homosexualidad infantil. Por ello, no sólo los adultos se han visto y se ven condenados al secreto y a la soledad (armario), también le ocurre a los niños.

La familia, en todo este proceso, juega un papel fundamental porque debe ser el marco protector donde todos los niños y niñas puedan desarrollarse y crecer y construir en libertar un proyecto de vida a nivel afectivo, relacional, profesional y también sexual. Pero no siempre las personas somos capaces de reconocer en la diversidad una riqueza añadida. Incluso hay familias en las que el honor o el qué dirán, está por encima del bienestar de sus miembros y emprenden contra su hijo o hija una cruzada, algo parecido a una especie de inquisición doméstica. Pero en el caso de que los padres y madres acepten a su hijo por amor y quieran ayudarle, estos padres y madres no cuentan con los recursos necesarios, no saben cómo ayudar a su hijo. Y en el silencio de la noche se preguntan por qué les ha tenido que tocar a ellos como si de una desgracia se tratara. Y tienen sentimientos controvertidos de amor hacia su hijo pero también de miedo, vergüenza, rechazo…

En algunos casos, los padres consultan muy preocupados con un psicólogo porque observan en su hijo intereses propios del sexo opuesto al punto de que en el colegio ya le han puesto un mote. “Sólo quiere jugar con las niñas y a las cosas de niñas”, dicen por ejemplo. Y le pide a su madre la barra de labios o se entusiasma con su vestido. Son padres que buscan en el psicólogo que cambie la inclinación de su hijo, “que le vuelva normal” porque desde sus creencias, esto que le ocurre a su niño es el inicio de una enfermedad o, peor aún, de una perversión. Y nada más lejos de la realidad. La homosexualidad no es una enfermedad; no es más que una variante de la normalidad. Es una opción de vida. En 1993, la OMS excluyó la homosexualidad de su clasificación de enfermedades. Anteriormente, en 1973, la Asociación Americana de Psiquiatría dejó de considerarlo un trastorno. Por lo tanto, el problema no es la homosexualidad sino la homofobia.

En otros casos, los niños no dan muestras externas de sus sentimientos permaneciendo entonces durante más tiempo solos sin que nadie se percate de su secreto.

Es preciso introducir cambios en una sociedad intransigente e intolerante como la nuestra, donde la diversidad ya sea de credo, raza o inclinación sexual es rechazada y excluida sin tener en cuenta el daño que provoca… Como ejemplo: según la Agencia Efe y con motivo de la celebración del Día Internacional contra la Homofobia (17 de Mayo), la ONU alerta de que los crímenes contra los homosexuales están aumentando en todo el mundo. Y pide a todos los países un compromiso político firme para acabar con la homofobia.

Y en esto, la escuela, se convierte en un laboratorio ideal. En los colegios, y desde preescolar (aún más, desde las guarderías), se debería enseñar a los niños y niñas la tolerancia, a respetar a los demás aunque sean diferentes y sobre todo por ello, a no burlarse, por ejemplo de un niño por llevar una mochila de color rosa y a no ser objeto de escarnio por el hecho de jugar con las niñas y no gustarle el futbol.

Pero no es una tarea que competa sólo a la escuela, la familia, núcleo primario de socialización del ser humano, es el lugar donde el niño debe aprender valores como el respeto por la diversidad porque tiene como modelo a unos padres tolerantes.

Además este posicionamiento en la familia y en la escuela debe de estar avalado por una sociedad donde primen estos valores porque sólo un proceso de cambio en nuestras creencias y actitudes abre una puerta a la esperanza de lograr una sociedad más justa, solidaria y tolerante.

* Carmen de Manuel es psicóloga clínica. Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil, Hospital Puerta del Mar, Cádiz

13 comentarios:

  1. Hola Buenas:

    Lo primero agradecerles la posibilidad de hacer comentarios anónimos, puesto que esta es la única forma de poder expresarnos sin ningún tipo de constricciones, sobre todo, los que estamos aun dentro del "armario" por cuestiones personales. Tampoco quería empezar sin agracederle su artículo, que aunque voy a ser crítico en algunso aspectos, considero que tiene muy buena calidad, y me parece una buena intervención de modo cognitivo conductual, sobre el tema de la homosexualidad (aunque quizás debería extenderlo a la bisexuualidad y no sólo a la homosexualidad masculina).

    Lo primero me presento con un nick. Mi nick es Ave Phenix, soy varón y tengo 33 años, y soy trabajador social. Y bueno, mi orientación sexual es bisexual. Quisiera discrepar con su artículo, en donde indica usted, como indicios externos temas relacionados con los roles de género (entusiasmo con las barras de labios, el juego con las niñas) rechazo tales argumentos, porque desde la infancia, y en la actualidad, soy un hombre, masculino, y me comporto como tal, salvo que en la cama tengo otras opciones. También le indico qu ehay hombres homosexuales, que se sienten hombres, y no se les nota su homosexualidad hasta que estás con ellos en la cama. Con esto quiero indicarles, que creo que está mezclando el concepto de la feminidad con la homosexualidad masculina, lo que no tiene que ver una cosa con otra. Indicarle también, que desde mi experiencia, en el colegio había una niña que me gustaba de pequeño, y el único rasgo "femenino" que tenía, es que me gustaba jugar a la goma y saltar a la comba que a jugar al futbol, porque nunca nadie me explicó las reglas, y no me gustaba. Eso sí, juagaba a juegos de "hombres": jugar a las canicas, a pillar, al escondite, con armas, hacer trastadas, ir con las bicis, con los patinetes, etc... y otro rasgo "de mujeres" es que me gustaba hacer punto, hacía actividades domésticas como poner y quitar la mesa, y barrer... (hablo de antes de los 6 años).

    En mi caso, mi padre con su mejor voluntad, trató de "hacerme fuerte" a base del maltrato infantil, y con un trato vejatorio como medida conductual cuando hiciera cosas de mujeres (tareas domésticas).

    En mi casa el entorno es homofóbico, por lo que nunca sabe nadie - excepto una hermana y una amiga - mi orientación sexual, y como por experiencias de la vida,(mi padre no me dejaba salir si no iba con mi novia, y eso creo en la relación unos problemas que condujeron a la ruptura) decidí no contarles ni el más minimo detalle de mi vida privada a ellos. Y como siempre he sido un caballero, mis amigos nunca saben, ni sabrán, con quien he estado y con quien no... No he visto la necesidad de contarles nada, sobre todo, porque son homófobos, y no estoy por la labor de explicar algo qu ele corresponde al Estado.

    Creo que debería revisar el artículo con la información que le he contado, porque no todos los homosexuales son femeninos, de hecho, casi todos los que conozco, son masculinos, se sienten hombres, y no hablan en femenino.

    En cuanto a lo demás, creo que estoy de acuerdo. En mi caso, aun con violencia (y la hay actualmente, porque mi padre se divierte haciendome trato vejatorio, y se está materializando lo que se tiene que materializar en estos casos)no han logrado impedir que mantenga relaciones con hombres. Masculinos, pero homosexuales.

    Si por alguna investigación o algo, necesita mi testimonio, o que le acerque la realidad (que está muy oculta) si deja un correo le dejo mi correo.

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    1. Tengo una consulta para ti, mi hijastro de 6 años me dijo en secreto que le gustan los chicos y que quiere el pelo como chica, es muy cariñoso y amanerado no sé cómo ayudarlo ya que sus compañeros de colegio le comienzan hacer burlas

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  2. Gracias por enriquecernos con tu experiencia de vida. Abres variantes interesantes ya que la alternativa a la heterosexualidad no es sólo la homosexualidad; el ser humano es mucho más rico que los clichés que creamos. Y en eso te doy la razón: el estereotipo cultural del gay afeminado no es más que una parte de una realidad más amplia y compleja. Pero la extensión del blog no permite abarcar tanta riqueza aún así aludo a ella al afirmar “En otros casos, los niños no dan muestras externas de sus sentimientos permaneciendo entonces durante más tiempo solos sin que nadie se percate de su secreto”. Está escrito pensando en algunos niños en concreto que sólo querían jugar con las niñas y a las cosas de niñas y se entusiasmaban con la barra de labios o el vestido de su madre. Pero desde luego no se puede generalizar. El objetivo de mi blog sólo es reflexionar sobre un aspecto del bienestar infantil olvidado con frecuencia.
    Un amigo también me ha señalado la palabra “afecta” cuando pregunto si la homosexualidad afecta también a la infancia. Desde luego no es una afectación, un trastorno pero en la realidad afecta, es decir, hace sufrir a muchos niños y adultos.
    La sexualidad pertenece a la esfera privada y cada uno decide con quién hablar de ello pero siempre debería ser desde la libertad y no desde la coacción de la intolerancia. Por ello, te agradezco enormemente que hayas compartido con la RedSabia tu experiencia.
    Desde luego tu Nick Ave Phenix hace honor al superviviente que intuyo eres. Animo. Carmen de Manuel

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  3. Debido a la extensión dividiré este comentario en varias partes.

    Navegando por la red me he encontrado con esta entrada de blog que no puedo dejar de comentar. Especialmente porque la considero un ejemplo absolutamente ilustrativo de lo que es utilizar muchas palabras para no decir nada. Lo cual es bastante preocupante (aunque en absoluto sorprendente) viniendo de la pluma de una psicóloga que, por lo que firma, parece ser clínica.

    Antes de entrar en consideraciones teóricas y de aproximación práctica a lo que es el núcleo de la entrada hay que explicitar las dos contradicciones fundamentales en que incurre la autora de tan banal texto:

    1) Por un lado la autora afirma la condena que sufren algunos niños de tener que estar en el armario al igual que los adultos, e implícitamente parece sostener en el texto que los niños con las características que ella describe elegirán en la adultez una posición homosexual. Por otro lado afirma que los niños tienen sexualidad pero "no como la del adulto". Es decir, que la autora se contradice al considerar los supuestos signos de homosexualidad infantil (cabal e inteligentemente aislados por el comentarista anterior como confusión entre feminidad y homosexualidad que la autora no tiene en cuenta) como algo que ya determina la posición sexual de ese niño en la edad adulta y el intento de transmitir que la sexualidad infantil "no es como la del adulto", sin molestarse en explicar esa diferencia (probablemente sea una de esas “riquezas” que “el blog no permite abarcar” como la misma autora se justifica en su comentario anterior).
    2) La intención de la autora parece ser de una ética irreprochable al tratar de concienciarnos en la aceptación de la homosexualidad infantil y de aceptar las diferencias entre los niños y, en último término, poder llegar a que no haya diferencias. Es curioso cómo es la propia autora (representante de la cultura del protocolo cientificista que no tiene en cuenta en absoluto la subjetividad humana – mostrándolo al centrarse en la posición de la familia, de la escuela o de la sociedad sin en ningún momento centrarse en el niño, y esto lo hace una psicóloga clínica que atiende a niños en una unidad de salud mental infanto-juvenil, no lo olvidemos –) la que introduce la diferencia al defender una etiqueta: "homosexualidad infantil". La autora al tratar de hacer que aceptemos la diferencia es la que introduce la misma diferencia. En lógica formal eso conduce a una tautología sin sentido (justifico la diferencia diciendo que hay diferencia) y tiene consecuencias de segregación y discriminación enormes precisamente por nombrar algo que es demasiado complejo y con demasiados matices para ser reducido a la mera etiqueta de "homosexualidad infantil". Personas como la autora que parecen no plantearse las consecuencias de su propio discurso son las que están en la base del fanatismo segregativo, la única justificación de estas personas es afirmar que no conocían las implicaciones profundas de lo que decían. Pero claro, estamos en la época en la que las buenas intenciones lo justifican todo ¿verdad?

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  4. En relación a las consideraciones teóricas y de aproximación práctica la autora deja bien claro su posicionamiento: hay que cambiar la sociedad y de paso también tienen que cambiar los padres puesto que son sus creencias y su falta de tolerancia las que conducen a que el pobre niño se encuentre desolado y destrozado.
    Lejos de generalizar, al contrario que la autora ya que imagino que de todo hay en la viña del Señor y que existirán familias y padres intolerantes, no considero que la erradicación de la diferencia de una supuesta “homosexualidad infantil” venga por el cambio social y, en el límite, el cambio familiar. Defender esta postura ubica a los profesionales, representados en este caso por la autora, en una posición tremendamente cómoda. Si la aceptación de la “homosexualidad infantil” y la eliminación de la homofobia tienen que darse a nivel social, poco puede hacer una psicóloga clínica para ayudar a paliar el problema. Lo cual mostraría la inutilidad del papel del psicólogo en este debate que los mismos profesionales introducen a la vez que se desentienden. En todo caso, lo único que puede hacer esta psicóloga es meterles en la cabeza a los padres que la “homosexualidad no es una enfermedad”, que es una “variante de la normalidad” y que como la homosexualidad no es el problema, entonces el problema sólo puede ser la homofobia. O dicho de otro modo, ustedes, padres, son homófobos. Vemos claramente expresado el pensamiento dicotómico de la autora para la que, deducimos, no hay términos medios. Sólo en los extremos está la claridad. Deja así de lado todo el universo mayoritario de los casos intermedios.

    Este posicionamiento de la autora se hace transparente cuando afirma que “la familia juega un papel fundamental porque debe ser el marco protector donde todos los niños y niñas puedan desarrollarse y crecer y construir en libertad un proyecto de vida a nivel afectivo, relacional, profesional y también sexual”. Claramente expresa que el malestar del niño realmente no es de él, sino que está en la familia que no es capaz de ofrecer ese “marco protector donde el niño pueda desarrollar un proyecto de vida sexual”. Con ese imperativo moral de que “la familia DEBE SER el marco protector” se puede caer fácilmente en culpar a los padres en lugar de otorgarles simplemente la parte de responsabilidad que les corresponde (la otra parte, la mayoritaria, reside en el niño).
    Aquí se comprueba que la autora desconoce (o al menos ignora completamente) que el niño tiene su propia subjetividad independientemente de la familia, que el niño toma decisiones y hace cosas diferentes de las consideradas adecuadas por la familia o la sociedad simplemente por el hecho de que el niño BUSCA DIFERENCIARSE, busca construir su propia identidad subjetiva, su propio lugar en el mundo. La autora no menciona eso, simplemente deposita la culpa del malestar en la familia o la sociedad, cuando es de la vida íntima del niño de lo que estamos hablando. Demasiado bien conocidos son los casos en los que los niños perfectamente adaptados a los valores familiares o sociales desencadenan un episodio psicótico en su adultez temprana. Con esto quiero dejar claro que el malestar en los niños (y en todos los humanos) es inevitable. Que las diferencias a nivel social desaparezcan en relación a la sexualidad implica construir un mundo de locos, literalmente hablando.
    Por ello no se trata de cambiar la sociedad o la familia (al menos desde el punto de vista del profesional sanitario, que es el caso de la autora) sino de respetar y acompañar el malestar del niño con el fin de que ese malestar eclosione en una evolución y un desarrollo SUBJETIVAMENTE adecuado y, por tanto, siempre distinto de niño a niño, de familia a familia.

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  5. El núcleo del problema es la existencia o no de la “homosexualidad infantil” pregunta con la que la autora abre su entrada pero que no responde directamente. Por el desarrollo del texto podemos comprobar que para ella sí que existe esta realidad. Yo desconozco si existe o no, sólo me ciño a lo comentado por la autora.
    Creo que debería argumentar su posición de que existe la “homosexualidad infantil” y definir cuáles son los criterios de esa etiqueta. Lo único que hace es confundir feminidad y homosexualidad (vuelvo a felicitar la claridad argumentativa del comentarista anterior). Para poder hablar de intervenciones sociales o familiares en ese ámbito primero debería definir ese ámbito, sus características, su desarrollo, porque sin eso lo que uno entiende como “homosexualidad infantil” puede no ser considerado en esos términos por otra persona.
    En este truco utilizado por la autora de aceptar una realidad sin definir sus parámetros y sin argumentar su existencia se vislumbra otra consecuencia de las personas que representan el discurso cientificista: el control social.
    Como he mencionado al inicio, la autora incurre en una tautología (existe la “homosexualidad infantil” porque puedo decir “homosexualidad infantil”).
    Con la “buena intención” de salvaguardar los intereses de posibles “niños homosexuales”, la autora instaura una diferencia entre esos niños y el resto. El tratamiento propuesto por ella es el cambio a nivel social. Para que se dé dicho cambio la sociedad debe tener localizados a los posibles “niños homosexuales” y garantizar su correcto desarrollo en su posición homosexual, la cual es imposible que cristalice hasta la edad adulta (como toda posición sexual). Es decir, que la intención de salvar al niño puede derivar en un perjuicio para el mismo en años posteriores. ¿Quién garantiza que ese niño permanezca en una posición homosexual? Nadie, sólo el niño puede hacerlo y eso vendrá con todo su desarrollo vital y subjetivo. Pero eso da igual, de momento socialmente ya podemos tener localizados a “niños homosexuales”. Y si están localizados, pueden ser vigilados. Y si pueden ser vigilados, pueden ser controlados.
    Eso es lo que ocurre cuando personas en una supuesta posición de saber, como la autora, (digo supuesta porque queda claro que o bien no sabe o bien no tiene claras las cosas, que es lo mismo) no tienen en cuenta las consecuencias que las “buenas intenciones” de lo que plantean pueden tener en realidad. Siempre hay dos lados en toda decisión, en todo posicionamiento. El lado “bueno” de la autora es la intención de no discriminar, de concienciar a la sociedad; pero su lado “malo” son las consecuencias que su discurso tiene, pues queda bien claro que no queriendo discriminar, al final discrimina. Pues eso es lo que implica el establecimiento a nivel discursivo de cualquier diferencia a nivel social, mental o sexual.

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  6. He afirmado la posición cientificista de la autora y quiero justificar el porqué. Una de sus expresiones es esclarecedora “la escuela se convierte en un laboratorio ideal”. Subrayo el término que emplea: LABORATORIO. Creo que este término resume el verdadero posicionamiento de la autora, que no es otro que el de educar y re-educar.
    La autora no habla de psicoterapia, ni de acompañamiento terapéutico, ni de posicionamiento ético, ni de respeto de las diferencias de los demás (no sólo del supuesto “niño homosexual”).
    No. La autora en todo momento se expresa en términos de imperativos categóricos morales “es preciso introducir cambios en una sociedad intransigente e intolerante como la nuestra”, “la escuela debería enseñar a los niños tolerancia”, “en la familia el niño debe aprender valores como el respeto por la diversidad porque tiene como modelo a unos padres tolerantes”, “este posicionamiento en la familia y en la escuela debe de estar avalado por una sociedad donde primen estos valores”.
    Además de utilizar esos argumentos tan manidos y usados que ya nada dicen, la intención es clara. Hay que educar. La educación siempre es una forma de control (no necesariamente negativo). Sin embargo, recordemos que la autora es psicóloga clínica de una unidad de salud mental infantil y, por tanto, se encuentra en una posición de supuesto “experto”, lo que implica que sus palabras por decirlas desde donde las dice adquieren un peso que las palabras de otra persona (un banquero, un camarero o un arquitecto) no tendrían.
    Si lo que esta autora dice sólo se puede circunscribir al orden moral, algo no queda claro. O bien su intención real es la de educar y, en último término, evitar toda diferencia con las citadas consecuencias de segregación y discriminación que esta implicación produce, o bien esta autora no sabe posicionarse en su lugar.
    Me refiero al lugar que profesionalmente le corresponde, que no es otro que el de respeto a la subjetividad de la persona. No de la familia ni de la sociedad: de la persona, de los sujetos humanos que acuden a ser tratados por ella o a asesorarse.

    Si sólo se atiende a lo que expresa en el texto, la única opción posible es la primera: que la intención real de la autora es la de educar, ya que ha quedado claro que en ningún momento habla de la subjetividad del niño ni de las variables de su desarrollo subjetivo.
    Por eso la autora representa al discurso cientificista, el cual mediante argumentos considerados científicos (aquí la autora ni siquiera aporta este tipo de argumentación) pretende una educación igualista (que no igualitaria) de los seres humanos. Pretende una no diferenciación a partir de una diferencia, la “homosexualidad infantil”, a pesar de que dicha diferencia no la justifica, sólo la nombra. Y, por tanto, incurre en lo que dice rechazar: la discriminación y la segregación.

    Espero haber podido aportar otra lectura de un texto como este, el cual aparentemente no dice nada (y de hecho no aporta absolutamente nada ni al conocimiento, ni al trato con los niños ni a nada reseñable), pero que tiene unas consecuencias terribles, al igual que la mayoría de los textos que los profesionales en una posición de supuesto saber aportan.
    El texto de la autora ilustra la paradoja de las buenas intenciones, la justificación constante de que uno lo hacía o lo decía “con la mejor de las intenciones”.
    Es cierto, y la intención de la autora no está puesta en duda. Se ponen en duda las consecuencias reales que esas intenciones tienen y la no asunción por parte de los profesionales de las consecuencias que ellos mismos provocan.
    Jesucristo dijo “perdónalos, padre, porque no saben lo que hacen”. Creo que desde esa época hemos avanzado y profesionales como la autora tienen que responder de lo que hacen aunque no sepan que lo están haciendo.

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  7. Si la sexualidad la ejercemos desde la infacia, no es exclusiva de adultos. Yo de niño (5 o 6 años)jugaba a la "comidita" con las niñas de mi vecindario y en varias ocasiones el juego derivaba en "ahora juguemos al papá y a la mamá" y en nuestra "inocencia" había caricias entre las piernas o de plano juntabamos genitales, así sin ropa. Nunca hubo penetracion, aunque intuíamos nuestra genitalidad, en ese tiempo no sabíamos "cómo usarala". A mí desde el kinder ya me gustaban las niñas. Por eso es necesario que todos los tabúes sean derribados porque de pequeños no tenemos conciencia del daño que podemos causar por ejercer erróneamente nuestra sexualidad.

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  8. COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
    EN LA CONDUCCION DIARIA


    Cada señalización luminosa es un acto de conciencia.

    Ejemplo:

    Ceder el paso a un peatón.

    Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.

    Poner un intermitente.


    Cada vez que cedes el paso a un peatón

    o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.


    Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.


    Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.


    Atentamente:
    Joaquin Gorreta 55 años

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  9. Totalmente de acuerdo con los comentarios y la aportación de "Anónimo13 de septiembre de 2012, 20:55" , la autora Carmen de Manuel simplifica de manera excesiva una realidad llena de matices y circunstancias, de características de personalidad propias (temperamentales si se quiere) y de influencias sociales, familiares e interpretativas de propio sujeto (el niño) que hacen diferente cada final. Si se quiere dar un discurso mas "científico" debería haber ahondado en la forma en la que un sujeto se identifica sexualmente para alcanzar (o evitar ) el amor de uno u otro progenitor. En todo caso y en mi humilde opinión, la función del psicólogo en este caso( en otros muchos) deberá ser como meta principal ayudar al que sufre a atenuar su sufrimiento,lo cual podrá lograrse en la propia relación terapéutica a través del una relación honesta y congruente de acompañamiento , la ayuda a la comprensión, la la re-construcción de la historia personal, y en definitiva a a aceptarse dentro de lo que uno es o puede llegar a ser.
    Es la "homosexualidad" un problema, pues en mi opinión, no, el problema es cuando uno sufre por ello. Es ser heterosexual un problema ? no si no se sufre por ello,,,
    en mi experiencia la mayoría de las chicas o chicos/ hombres y mujeres homosexuales-bisexuales que, por cierto algunos autores lo consideran una variante de la homosexualidad ) se manejaban en un rol hetero tanto en lo conductual como en lo estético, si bien es cierto que todos suelen presentar una especial capacidad para la sensibilidad para "ver y sentir" lo que otros no alcanzan a nivel emocional...
    Pd. yo soy psicólogo clínico .

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  10. Cuando era pequeña tenia sexo con mi hermana un año menor que yo y eso siguio hasta los 14 ...fui abusada sexualmente durante 7 años y mi hermana también de pequeña ella fue muy protegida por mi madre y yo era golpeada por mi progenitor a veces me siento culpable por lo que hacia..que hago?

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    1. Perdonate a ti misma, busca ayuda profesional para liberarte de esas culpas y todo lo necesario para dejar esas culpas en el pasado. Sé feliz, vive.

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  11. Abanico de opiniones unas mas complicadas que otras (Anónimas todas) y que no resolvieron NADA. Pondero el testimonio de "nick" y de la última anónima por su valentia al compartir su experiencia y a Nadia por su humanitarismo y mostrar su perfil.

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